Decidí empezar a buscar información sobre cómo cambiar los pensamientos negativos y cómo lidiar con las ideas que a veces nos autosabotean. Consumí horas de videos sobre cómo cambiar de hábitos, mejorar mis habilidades sociales y programar mi cabeza para sentirme más tranquilo y confiado.
Quería ser lo más congruente posible entre el Alejandro que yo mostraba y el Alejandro que yo era cuando estaba solo. Así que practiqué ser menos reactivo con la crítica y las personas.
Cuando alguien me trataba mal, en vez de pensar “Es un pesado y me odia”, cambiaba mi pensamiento a “Pobre, seguro algo muy malo le está pasando para que actué injustificadamente de esa forma conmigo”.
Después de nutrir mi cabeza con nuevas ideas constructivas, logré sentirme mejor y poco a poco comenzó a importarme menos lo que todos pensaban de mí. Empecé a tener mejores relaciones con los demás y a realmente conocerme más.
Ahora me sentía orgulloso de mí mismo y comencé a entender que era más importante mi propia aprobación, a tener la falsa aprobación de personas que ni me conocían, ni les importaba realmente.
Al tiempo trabajé en mi orgullo, me atreví a ir al psicólogo y a abrirme emocionalmente con mis padres, hermana y amigos cercanos. Empecé a escucharme y a entenderme, en lugar de juzgarme y atacarme.
Cuando me empezaba a acostumbrar a la nueva ciudad y llevaba 25 días de relación con mi primer novia, mi padre, nuevamente nos dio la noticia que nos mudaríamos otra vez. Volveríamos a nuestra ciudad de origen.
Al regresar no tenía amigos, pero tampoco me importaba no tenerlos. En vez de mortificarme, paralizarme y tirarme al caos como anteriormente lo hubiera hecho, simplemente me entusiasmé por conocer personas nuevas y hacerme de un círculo social.
Así que me fui a un campamento, ahí logré ampliar mi círculo de amigos y cómo ya sentía la sangre actoral por mis venas, me animé a ir a castings para salir en comerciales. Cuando entré a mi nueva escuela, ya me comportaba de manera sociable y natural. Ahora nadie me creía que había sido introvertido y tímido.
Me sentía realizado, ya no tenía presión por caerle bien a todos, prefería agradarle a las personas correctas por quien yo era, a ganarme a las incorrectas haciendo cosas sin sentido que jugaran en mi contra.